martes, 26 de enero de 2010

¿Amor o sentimiento? (Una canción de "El violinista en el tejado")

Actualmente mucha gente confunde amor y sentimiento. Y hay un punto de verdad en esa asociación: cuando siento afecto por una persona, tiendo a amarla; y cuando me empeño en amar, acabo sintiendo amor hacia ella. Pero no son lo mismo, porque amar supone entregarse al otro.

Olvidar eso puede llevar a la triste situación que atraviesan algunos matrimonios: “Ya no la amo, porque ya no siento nada por ella”... Si el amor sólo es algo sensible, algo que irrumpe en mi vida y me arrastra, y en lo que yo apenas pongo de mi parte... Si sobre ese afecto no construyo el cariño –a base de mil detalles, con el esfuerzo por conocer al otro, por comprenderlo y hacerlo feliz- el sentimiento se agosta y llega el hastío: porque lo sensible apenas roza lo más hondo de mi alma.

Afortunadamente, cabe otro amor. Más firme y auténtico, en el que pongo no sólo el corazón, sino también la inteligencia y la voluntad: un amor radicado en la persona entera, en el deseo firme de querer al otro.

Un ejemplo de ese amor auténtico lo encontramos en la película El violinista en el tejado (1971), de Norman Jewison. Este musical, basado en la novela Las hijas de Tevye, del escritor ruso Sholom Aleichem, se ambienta en una comunidad judía de la Rusia zarista, a principios del siglo XX.

El filme cuenta la historia de Tevye, un pobre lechero de Anatevka que lucha por sacar adelante a su familia en el marco de las tradiciones judías. En concreto, se esfuerza en conseguir novio a Tzeitel, su hija mayor, para la que no puede aportar ninguna dote. Al fin consigue que el rico carnicero –feo, malhumorado y glotón- acepte la mano de su hija mayor. Pero cuando se lo cuenta a ella, Tzeitel se echa a llorar y le dice que quiere casarse con el sastre del pueblo. “¡Pero si es un muerto de hambre, que apenas tiene para vivir!”, exclama Tevye. Y su hija responde: “Sí, pero yo le amo”.

La siguiente escena nos traslada al interior de la casa. Tevye le cuenta a Golde, su mujer, la decisión de la muchacha –que rompe la tradición judía– y la razón que aporta: que le quiere. De repente, surge la duda –la crisis– en el interior de Tevye: “Golde, a ti y a mí nos prometieron nuestros padres...”. Una pausa, un cruce de miradas y, al fin, una pregunta inquietante: “Golde, ¿tú me amas?”.

La mujer intenta evitar la conversación. (¿A qué viene cuestionar a estas alturas el amor en nuestro matrimonio?). Hace ademán de irse a la cocina, pero él se pone a su lado, e inicia la famosa canción: “But do you love me?”. Ella se revuelve y cambia de conversación, pero es en vano:

-Golde, la primera vez que te vi fue el día de nuestra boda... Yo estaba asustado.

-Y yo estaba avergonzada...
- confiesa la mujer, cediendo en su resistencia.

-También yo. Pero mi padre y mi madre me dijeron que aprenderíamos a amarnos mutuamente; y ahora, Golde, te pregunto: tú ¿me amas?

Golde se vuelve de espaldas, alza su mirada hacia el infinito, y abre al fin su corazón:

- Durante veinticinco años te he lavado la ropa, te he preparado la comida y he limpiado nuestra casa... Cada noche te he esperado junto al fogón, con la mesa preparada... Durante veinticinco años he aguantado tus berrinches y tus borracheras, y también he saboreado tus abrazos... Durante veinticinco años he vivido contigo, he luchado contigo... Te he dado cinco hijas, y he compartido tu mesa, tu lecho y tu casa. Si eso no es amor, entonces ¿qué es amor?

-Entonces, ¿me amas?

-Sí, supongo que sí.

-Y yo supongo que también te amo... Eso no cambia nada, pero incluso así, después de veinticinco años, es bonito saberlo...

“No sé si entonces te amaba -podría decir ella- pero sé que en estos veinticinco años he aprendido a quererte”. Y es que todos podemos aprender a querer, también cuando el afecto desaparece.

Para que la disfrutéis, os dejo esta preciosa canción (2' 50"), en versión original con subtítulos.


sábado, 9 de enero de 2010

Las mejores películas de cine espiritual en 2009

En dos post recientes (30.XII.09 y 2.I.10) publiqué los listados de "Las mejores películas de cine espiritual" en 2008 y en 2007, respectivamente. En este post recojo la valoración que el profesor Peio Sánchez, director del Departamento de Cine del Arzobispado de Barcelona, acaba de publicar respecto a las mejores películas de temática espiritual correspondientes a 2009.

Al hacer este elenco, este profesor lo presenta como "un material válido para la recuperación educativa y pastoral a través del dvd”. Y añade: “Nos parece hoy imprescindible elegir bien lo que vemos para ser mejores personas. Y creemos que este tipo de cine invita a profundizar en los grandes interrogantes, propone una mirada abierta al misterio d Dios y provoca a ser buena gente”.

Nosotros hemos escogido ocho de esas diez. El año señala en cada cinta la fecha del estreno original, aunque en España todas fueron estrenadas en el 2009.

1. Gran Torino (2008), Clint Eastwood,
“En Gran Torino, Clint Eastwood ha sabido contar una historia sencilla como una enorme fuerza dramática planteando temas espirituales de calado como el sentido del perdón, la redención como sacrificio o el camino de conversión. Y desde el punto de vista cristiano no solamente presenta una imagen positiva de la Iglesia representada en el padre Janovich sino que también ofrece una poderosa imagen crítica en las decisiones finales del protagonista”.

2. Amazing Grace (2006), Michael Apted.
“Este homenaje a William Wiberforce --un parlamentario de la Cámara de los Comunes, que dedicó, desde su juventud, su actividad política a la lucha contra la esclavitud y las injusticias sociales- se presenta con una magnífica puesta en escena y una serie de actuaciones excepcionales. Marcada profundamente por la perspectiva social cristiana es una película imprescindible para conocer la fuerza ética del Evangelio y su herencia en nuestra cultura”.

3. Katyn (2007), Andrzej Wajda,
“Sobrecogedora película del maestro polaco Andrezej Wajda. Este testamento fílmico trata del genocidio de Katyn perpetrado por el comunismo soviético en 1940 y que afectó personalmente al director ya que su padre era uno de los 20.000 oficiales y ciudadanos polacos asesinados. Narrada desde la perspectiva de los supervivientes, especialmente mujeres, es un himno a la reconciliación desde la memoria que busca la verdad. La fe católica se muestra con intensidad en distintos momentos pero de forma más contundente en los últimos minutos”.

4. Slumdog Millionaire (2008), Danny Boyle.
“El director Danny Boyle, de formación y convicciones cristianas, ha sabido contar una dura historia sobre la superación desde la miseria hasta la victoria. Narrada como un cuento de hadas, sigue la historia de tres muchachos que nacen en las barracas de Calcuta, y como desde el protagonista de Jamal verán como triunfa la bondad y el amor más allá de la injusticia y la violencia. La historia nos presenta una intriga que mueve al espectador a la esperanza y que invita a reconocer la presencia de la Providencia que acompaña los acontecimientos respetando la libertad pero alentando la bondad”.

5. The Visitor (2007), Thomas McCarthy.
“Es la historia de una visita de gracia en la que se ve envuelto un oscuro profesor universitario, genialmente interpretado por Richard Jenkins, que tras quedar viudo vive en el sinsentido y al que le cambiará la vida su encuentro con Tarek. Este sirio que lleva la percusión en su corazón representa la alegría y las ganas de vivir que faltan al protagonista. En este itinerario de transformación veremos como crece en él la sensibilidad y el compromiso, la capacidad de amar y el ejercicio responsable de la libertad. Una película que además es un grito contra la injusticia de las leyes de inmigración”.

6. La caja de Pandora (2008), Yesim Ustaoglu.
“La enfermedad de Alzheimer de la abuela abrirá la caja de Pandora de una familia que vive en la orilla de la infelicidad. Como si una maldición cayera sobre ellos, cuando la anciana, una genial Tsilla Chelton de 89 años, desaparece de casa. Con esta fuga comienza un periplo hacia la verdad que les implicará a todos ellos, cuando han de acudir a una aldea de montaña en la costa del Mar Negro. La lucidez de la demencia no logrará doblegar el desvarío de los instalados en la comodidad o en el fracaso; pero sí logrará mover a los que sienten que la vida va mucho más allá y que siempre están dispuestos a subir a una montaña, aunque ya la fuerzas sean escasas. Una alianza donde los más viejos transmiten la esperanza a los más jóvenes”.

7. Despedidas (2008), Yojiro Takita.
“Daigo, un violonchelista en paro, descubre su vocación cuando abandona Tokio con Mika, su mujer, y acude a la ciudad y casa donde vivió su infancia. Un proceso lento y sorprendente le convertirá en un especialista en el nôkan, ritual mortuorio japonés que supone una rememoración del difunto desde el acto de embalsamamiento. En su aprendizaje se irán cruzando una serie de historias de reconciliación de los vivos con los muertos e irá, poco a poco, abriendo su propia historia a un camino de pacificación. La película nos permite contemplar la muerte con una perspectiva distinta”.

8. El erizo (2009), Mona Achache.
“Adaptación del famoso libro de Muriel Barbery ‘La elegancia del erizo’ y que supone el primer largometraje de la directora francesa Mona Achache. Basada en el contraste de dos personajes: por una parte, una niña con un rico e inteligente mundo interior; por otra parte, la portera del número 7 de la calle Grenelle, una mujer descuidada y un tanto huraña. Pero ambas tendrán un secreto que saldrá a la luz con la llegada de Kakuro Ozu, un elegante viudo japonés. Esta revelación servirá de disculpa para comprender el secreto profundo de las personas y cómo a veces lo esencial no está en las apariencias”.

Vía: Camineo

sábado, 2 de enero de 2010

Las diez mejores películas de cine espiritual en 2007

Para completar la información de un post anterior, relativa a 2008, y a la espera de recibir pronto el listado correspondiente a 2009, ofrezco ahora el elenco de "las 10 mejores películas de cine espiritual de 2007", tal como fue publicado en Forum Libertas. La selección es del Departamento de Cine del Arzobispado de Barcelona:

1. La vida de los otros, de Florian Henckel von Donnersmarck.
El capitán Gerd Wiesler, magistralmente interpretado por el recientemente fallecido Ulrich Mühe, como oficial destacadamente eficaz de la Stasi, la policía secreta de la antigua República Democrática Alemana, es el encargado de espiar a la pareja formada por el prestigioso dramaturgo y director Georg Dreyman (Sebastian Koch), y su novia, la actriz Christa-Maria Sieland (Martina Gedeck). Las actividades opositoras del intelectual serán descubiertas por una vigilancia que vulnera toda intimidad, pero que al mismo tiempo mostrará al espía el verdadero rostro de sus víctimas.

2. Luces al atardecer, de Aki Kaurismäki.
Aki Kaurismäki nos tiene acostumbrados a un cine que permite una lectura trascendente de acontecimientos simples y de personajes menores, como si lo más grande y mejor se transparentase en lo más insignificante. La posibilidad de una lectura espiritual del espectador indica hasta qué punto el director, con su cine, es capaz de comunicar incluso más allá de su voluntad deliberada de expresión, algo que sin duda ha de ser reconocido, en legítimo sentido, como arte.

3. Disparando a perros, de Michael Caton-Jones.
Ruanda, 1994. En plena amenaza de genocidio, la Escuela Técnica Oficial dirigida por un sacerdote católico y bajo el amparo de la ONU se convierte en el único lugar seguro para tutsis y hutus moderados. Cuando las fuerzas internacionales deciden retirarse, se produce una espantosa masacre. La denuncia que dio origen a la película, filmada ya en la reconocida Hotel Rwanda de Terry George, invita a superar la indiferencia sobre África y a asumir la responsabilidad que Occidente contrajo con el genocidio, y también con su antes y su después. Para romper este silencio informativo y ético se nos presenta el sufrimiento y el valor de la entrega de aquellos que permanecieron solidarios en la hora del desastre.

4. Después de la boda, de Susanne Bier.
Jacob, un danés de cuarenta años, lleva diez en la India, trabaja en un orfanato que recoge niños de la calle. La institución está en una situación económica desesperada. De pronto, se recibe una oferta inopinada de Jorgen, un hombre de negocios que está dispuesto a hacer una donación muy generosa, pero pone como condición que Jacob viaje a Dinamarca para entrevistarse con él. Al término de la primera entrevista, pregunta a Jacob si tiene planes para el fin de semana. Ante la respuesta negativa, le invita a asistir a la boda de su hija Anna. Eso lo cambiará todo.
Esta película danesa realizada casi desde los postulados Dogma, nos ofrece una trama dramática compleja y sorprendente.

5. El buen nombre, de Mira Fair.
Centrada en el personaje del joven Gogol, nos muestra a sus padres, Ashoke Ganguli, un hombre honesto y generoso, y Ashima, una cantante de música tradicional, que al casarse se trasladan a vivir en Nueva York. El esfuerzo de fidelidad a las tradiciones indias y de integración de los progenitores contrastará con el estilo más individualista, consumista y de vacío espiritual del protagonista, que decide renunciar a su primer nombre como señal de autonomía y plena inserción occidental.

6. Once, de John Carney.
Bellísima historia de amor, sencilla, sincera y realista, que fue galardonada con total merecimiento con el Premio del Público en el Festival de Sundance 2007. El protagonista es un joven que cada día se aposta con su guitarra en Grafton Street, la calle peatonal más emblemática de Dublín. Un día, una chica que vende flores en la misma calle le escucha con gusto y le pregunta acerca de su vida. La gran originalidad del filme es el conjunto de canciones, que no son un mero adorno, sino la esencia de la historia. Y a este singularísimo musical se une una historia de amor portentosa, aunque discreta. El título de la película da pistas acerca de lo que vemos: el amor puede nacer de nuevo. Hay en el film de Carney una valiente y enriquecedora visión de la familia, con personajes magníficamente resueltos, como el padre del protagonista.

7. Sin destino, de Lajos Koltai.
Primer largometraje realizado por este director de fotografía húngaro, se basa en la obra del premio Nobel de Literatura Imre Kertész Sin destino. Con una mezcla de autorreferencia y distancia irónica se nos presenta la historia de año y medio de la vida de un adolescente en los campos de exterminio nazis.

8. El final del espíritu, de Jim Hanon.
Nuevamente, otra película en clave de testimonio. En este caso basada en el asesinato de cinco misioneros evangélicos en plena selva ecuatoriana en 1956 y el proceso de reconciliación de sus familia con la tribu Huaorani. Es un film con una factura sencilla, sin medios espectaculares, y a pesar de tener un guión demasiado previsible no cae nunca en el simple maniqueísmo.

9. La boda de Tuya, de Wang Quan'an.
Una película menor, pero llena de belleza y bondad, que recibió el Oso de Oro del último Festival de Berlín. Narra la fortaleza serena de Tuya, una joven que vive en los desiertos de la Mongolia interior cuyo esposo ha quedado imposibilitado y que tiene a su cargo dos hijos pequeños. Sus esfuerzos de supervivencia, sobre todo cuando un médico le indica que su espalda no resiste trabajar tan duro, parecen abocados al fracaso. A la vista de su situación, su marido intenta convencerla para que se divorcie de él y pueda volverse a casar. A pesar de que la trama gira en torno a un divorcio, reivindica en cierto modo la unión familiar, presentando a una pareja capaz de superar las dificultades, que antepone el bien del otro por encima de todo.

10. Cuatro minutos, de Chris Kraus.
Jenny es una joven presidiaria violenta pero inteligente que toca prodigiosamente el piano. Una anciana profesora pronto la tutela desde una severidad que cuadra bien con el carácter de la joven y que servirá para el acercamiento mutuo. La confianza en los dones de Dios y en el poder redentor de la belleza a través de la música plantea un proceso de reconstrucción de las diferentes historias que se ven conducidas hacia la liberación. Hay una confianza básica en que, por destrozado que esté un ser humano, siempre es posible la rehabilitación.